Maleducado

Quiero inaugurar esta nueva sección del blog con una opinión o reflexión sobre educación humana.

Solo «entro» en Madrid unos pocos días al mes, suelo acercarme en coche hasta el metro más cercano y desde allí moverme en transporte público.

Estas «entradas» en la urbe me muestran muchas veces lo incomprendidos que son muchos perros, que taciturnos y cabizbajos deambulan tras sus dueños en el paseo matutino. Otros más vivarachos y que siguen asombrandose de prácticamente todo, suelo encontrar estos en zonas cercanas a grandes parques, Retiro, Berlín, etc.

Con todos ellos veo que sus dueños en la medida de lo posible tratan de que sus perros se muevan, distraigan y socialicen.

Pero otras veces asisto como convidado de piedra a escenas o conversaciones mucho menos apetecibles. Algunas de ellas se producen en el metro, donde presencio conversaciones y actitudes que no dejan de sorprenderme y dejarme estupefacto.

Hoy me introduje en una de ellas, una «señorita pintiparada» hablaba a gritos con una amiga por el móvil, pensando sin duda que, cuanto más alto hablase más cobertura tendría su móvil. En medio de la conversación le dice a su amiga:

– Mira lo que tienes que hacer es ponerle el collar de castigo, el bozal de tela y darle dos patadas….si no eres capaz de ponérselo dale un tranquimacil y pónselo cuando este dormido…

– Que sí, que es la única forma de que te haga caso…

– Te voy a recomendar un adiestrador que los pone firmes con dos «meneos»… Eso sí, ¡no te gastes más de 300 euros! con ese dinero te compras otro y ese derechito a la perrera…

En ese momento le ofrecí una tarjeta y me «introduje» en la conversación;

– Mire, no creo que con esos consejos se resuelvan los problemas de su amiga. Si quieren pueden llamarme y verán como podrían arreglarse de una forma más civilizada y educada.

Ella colgó el teléfono y la contestación fue, como me esperaba por otra parte;

– ¡Usted me habla de educación!, ¿metiéndose en conversaciones ajenas?, ¡usted no tiene vergüenza! ¡Usted es un maleducado!

Guardé la tarjeta y simplemente le dije;

-Bueno, vosotras os lo perdéis.

En la siguiente parada se bajo con desdén y refunfuñando.

¿Fui yo realmente el maleducado?

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